En
razón misma de su misma obscuridad, el Apocalipsis dio lugar a innumerables
comentarios y a igualmente innumerables sistemas de interpretación. No podemos
aquí rendir cuenta más que de unos pocos, y aún de éstos brevemente (cfr. para
más amplios particulares: Théophane Calmes, L’Apocalypse
devant la tradition et devant la critique, Paris, 1907; Dictionnaire de théologie catholique voz
Apocalypse; Eugène Jaquier, Histoire des livres du Nouveau Testament,
Tomo IV, Paris 1908, p. 405).
En
primer lugar, rechazamos de inmediato todos aquellos sistemas racionalistas que
niegan el carácter profético del Apocalipsis, y suponen que el autor no haya
querido hacer otra cosa que escribir un poema religioso recogiendo los varios
elementos de los Apocalipsis judíos o de la mitología. Son igualmente
rechazados todos aquellos sistemas en los cuales se afirma que el Apocalipsis
no incluye otra cosa que la historia contemporánea narrada bajo forma
profética. Con esa premisa, los principales sistemas de interpretación
propuestos por católicos se pueden reducir a las tres clases siguientes:
1º
Sistema que sostiene que el argumento
del Apocalipsis son los primeros siglos de la Iglesia y la victoria del
cristianismo sobre el judaísmo y sobre el paganismo, más una breve alusión al
fin de los tiempos. Tal sistema, propuesto por Alfonso Salmerón S.J., fue
aceptado y modificado en parte por Jacques-Bénigne Bossuet y seguido por Augustin
Calmet O.S.B.; más recientemente, por Joseph F. Allioli y Augustin Brassac.
Bossuet
divide el Apocalipsis en tres partes. La primera
(I, 1 - III, 22) contiene los avisos; la segunda
(IV, 1 - XX, 15) las predicciones; y la tercera
(XXI, 1 - XXII, 21) las promesas. La segunda parte es la que presenta la mayor
dificultad y se subdivide en tres secciones. En la primera sección (IV, 1 - VIII, 12) se describe la venganza de Dios
sobre los Judíos, la cual viene preparada en la visión de los siete sellos y es
ejecutada al sonido de las dos primeras trompetas, simbolizando el exterminio
de los Judíos, cumplido bajo Trajano y Adriano. La tercer y cuarta trompetas
dan a conocer los motivos por los cuales los Judíos atrajeron tanta venganza.
En la segunda sección (IX, 1-12),
bajo el simbolismo de las langostas anunciadas por la quinta trompeta, se significan
las herejías judaizantes, las cuales comenzaron con Teodoro (196) y fueron
exterminadas en el Concilio de Antioquía (260). En la tercera sección (IX, 13 - XX, 15) se predice la ruina del imperio
romano idólatra. Esta ruina comienza con la sexta trompeta, que anuncia la
derrota de Valeriano. La séptima trompeta explica cómo la causa de la ruina del
imperio son las persecuciones contra los cristianos y describe la persecución
de Diocleciano, quien es la gran bestia signada con el número 666. Tomando a
Valeriano, el Apóstol describe en las visiones de las siete copas los grandes
males y la desolación del imperio que siguieron a ese emperador. Luego se habla
de siete reyes persecutores de la Iglesia y de diez reyes bárbaros que se
precipitan sobre el imperio romano y aceleran su ruina, lo cual se cumple
finalmente bajo Alarico. Bossuet confiesa que la visión del capítulo XX es muy
oscura: no es posible saber, pues, cómo él la entendió.
Allioli
divide la segunda parte del Apocalipsis en tres secciones: la primera (IV-XII) trata de la destrucción
de Jerusalén bajo Tito; la segunda
(XIII-XIX), de la destrucción de Roma bajo Alarico; y la tercera (XX, 1-5) de una era de paz para la Iglesia. A esta era
seguirá la venida del Anticristo; después de la victoria sobre el Anticristo
tendrá lugar el juicio y la renovación de todas las cosas.
2º
Sistema de aquellos que sostienen que
el argumento del Apocalipsis es toda la historia de la Iglesia. Varios autores
piensan que San Juan en el Apocalipsis ha hecho como un resumen de toda la
historia de la Iglesia y ha descrito en modo simbólico todos los combates que
la Iglesia deberá sostener hasta la consumación de los siglos. Como es claro,
entre los sostenedores de este sistema reina la más grande variedad cuando se
trata de determinar en particular cuáles son los acontecimientos anunciados.
Así, por ejemplo, Bartholomäus
Holzhauser piensa que el Apocalipsis anuncia lo que debe suceder en las
siete edades de la Iglesia: de los Apóstoles, de los mártires, de los doctores,
de la paz, de las pruebas, de la consolación y de la desolación. Esta última
tendrá lugar con el juicio.
Nicolás
de Lira O.F.M. divide la historia de la Iglesia en seis períodos: el primero, figurado por los siete sellos,
va hasta Juliano el Apóstata (363). En él florecen los Apóstoles, los mártires,
los doctores; el segundo, figurado
por las siete trompetas, va desde Juliano hasta Mauricio (582); el tercero, figurado por la lucha entre la
mujer y el dragón, va desde Mauricio hasta Carlomagno (800); el cuarto, figurado por las siete copas, va
desde Carlomagno hasta Enrique IV (1106); el quinto va desde Enrique IV hasta la venida del Anticristo. Nicolás
de Lira confiesa no saber determinar el último tiempo y por eso no quiere
explicar los últimos capítulos del Apocalipsis.
Hay
que decir que este sistema suscita grandes dificultades, y es prueba de ello
las grandes divergencias que existen entre quienes lo sostienen y el hecho de que
éstos suponen siempre estar en la última o en la penúltima edad del mundo, de
modo tal que, a la fecha, el mundo habría debido finalizar ya muchas veces.
También la división en varios períodos, y especialmente su extensión, depende
de cálculos arbitrarios y subjetivos. Es notorio que el abad Joaquín de Fiore,
y más tarde Lutero y sus discípulos, se hicieron fuertes en este sistema de
interpretación para sostener sus errores.
3º
Sistema de aquellos que piensan que
el argumento principal del Apocalipsis son los últimos advenimientos de la
Iglesia. Los seguidores de este sistema, amparándose en la autoridad de los
Padres (San Ireneo, San Hipólito, Andrés y Aretas de Cesarea, San Agustín, San
Victorino de Pettau, San Beda, etc.), sostienen que si los tres primeros
capítulos del Apocalipsis se refieren mayormente a la situación de la Iglesia
en Asia al momento en que el Apóstol escribía, en cambio los capítulos IV-XXII tratan
sobre las pruebas y las tribulaciones que la Iglesia deberá sufrir en los
últimos tiempos; pruebas y tribulaciones que serán coronadas por el completo
triunfo de Jesucristo sobre todos sus enemigos. Como se trata de advenimientos
futuros, no sorprende que se encuentre tanta oscuridad en la interpretación de
diversos símbolos.
Este
sistema, propugnado ya por Alcuino, Ruperto de Deutz y muchos autores del
medioevo, fue seguido en tiempos recientes por Francisco Ribera S.J., Bráz
Viegas S.J., Cornelius a Lapide S.J., August Bisping, Philip Krementz, Karl Cornely
S.J., Louis Claude Fillion, Franz S. Tiefenthal O.S.B., Augustin Crampon, etc.
En
un buen análisis, nos parece el más probable y por eso lo hemos seguido en
nuestro comentario.
P.
Marco M. Sales O.P., Il nuovo testamento
commentato, vol. II, Le lettere degli
Apostoli - L’Apocalisse, Turín, 1914, pgs. 614-615