martes, 20 de septiembre de 2016

Hugo Wast

Hugo Wast es el pseudónimo de Gustavo Adolfo Martínez Zuviría (1883-1962), escritor, abogado y político argentino.

Algunos de sus 13 hijos, además de ayudarlo en las tareas de tipeado y corrección de sus textos, organizaron tras su muerte la Fundación Hugo Wast, que últimamente llevó a cabo la edición argentina de sus Obras Completas en tres sendos volúmenes, con sello editorial Gladius.

Alcanzó notoriedad por su inmensa actividad literaria y también por su acción pública, al desempeñarse como diputado y, luego, al ser designado ministro de instrucción pública, cargo desde el cual implantó la enseñanza de la religión católica en todas las escuelas del país. Fue además director de la Biblioteca Nacional, durante cuya gestión triplicó la cantidad de volúmenes de la misma.

De sus obras se debe mencionar, entre otras, Novia de vacaciones, El Kahal - Oro, Desierto de piedra, Las aventuras de don Bosco, Vocación de escritor, Año X y Autobiografía del hijito que no nació. Las ediciones de varios de sus títulos superaron los 100.000 ejemplares y fueron traducidas hasta en ocho idiomas. Incluso algunas fueron llevadas al cine: Flor de durazno (1917) con Carlos Gardel; Flor de durazno (1945), producción mexicana; La que no perdonó (1938); La casa de los cuervos (1941); El camino de las llamas (1942) y Valle negro (1943).

* * *

En 1941 publicó El sexto sello, obra en la que desarrolló el tema esjatológico de un modo teórico y sistemático. Al año siguiente publicó la novela Juana Tabor y su continuación 666, en las que trató de un modo destacado la figura del Falso profeta o Pseudoprofeta, personificado en fray Juan de Samaria.

Es asombroso como el autor describe el proceso de apostasía del clero, años antes de que ese fenómeno pudiera ocurrir o siquiera imaginarse.

lunes, 12 de septiembre de 2016

¿Cistercienses milenaristas?


Un lector del blog nos envió el siguiente escrito que con gusto publicamos.
 

El ritual cisterciense tomó cierta notoriedad fuera de la Orden debido a la ordenación de diáconos por parte del abad de Citeaux[1]. Los tratados De sacramentis generalmente traen a colación este tema por las implicancias inherentes al ministro de las órdenes mayores.



Entre los ritos de los funerales del ritual cisterciense aparece una oración[2] que menciona la primera resurrección:

Suscipe Domine servum tuum, in bonum habitaculum aeternum, et da ei requiem, et regnum, id est Jerusalem caelestem: ut in sinibus Patriarcharum tuorum, Abrahae, Isaac, et Jacob eum, collocare digneris: et partem habeat in prima resurrectione, et inter surgentes surgat: et inter suscipientes corpora in die resurrectionis corpus suscipiat: et cum benedictis ad dexteram Dei Patris venientibus veniat: et inter possidentes vitam aeternam possideat Per Christum Dominum nostrum[3].

El texto del Apocalipsis[4] al que alude esta oración es mayoritariamente interpretado, desde San Agustín[5], en modo alegórico como el nacimiento a la gracia[6]. Sobre este texto comenta el P. Castellani que "el llamado milenismo consiste esencialmente en establecer dos resurrecciones separadas por un largo período (mil años); y esos mil años son el juicio final"[7]. Específicamente sobre las dos resurrecciones se puede leer el capítulo 7 del estudio del P. José Ramos García C.M.F. sobre La perspectiva escatológica.

Resulta claro, sin embargo, que la plegaria cisterciense se refiere a la primera resurrección en sentido literal, pues la aplica a un difunto.

Es menester recordar que esta oración no es una composición de los cistercienses sino que aparece en las ediciones de los monjes maurinos[8] del Sacramentario gregoriano[9].

Ramos García finaliza el citado capítulo diciendo que "no es de extrañar que en antiguas liturgias se pidiese el tener parte en la resurrección primera". Por su parte, Mons. Straubinger refiere una acotación de Dom Leclercq citada en la edición de la Biblia de Pirot-Clamer: "[desde san Agustín] el milenarismo cayó en el olvido, no sin dejar curiosas supervivencias, como las oraciones para obtener la gracia de la primera resurrección, consignadas en antiguos libros litúrgicos de Occidente"[10].

No es objeto de este trabajo establecer el origen de esta oración, sino dar constancia de ella y de su uso –si bien acotado– en la liturgia, desde tiempos antiguos hasta la actualidad, lo cual representa, a nuestro entender, algo más que una curiosa supervivencia.




[1] El papa Inocencio viii, por la bula Exposcit tuae devotionis de 9 de abril de 1489, concedió al abad general y a los cuatro protoabades de la orden cisterciense (e igualmente a sus sucesores) el privilegio de conferir a sus súbditos el diaconado y subdiaconado. Los abades cistercienses, ya en el siglo XVII, todavía usaban libremente de este privilegio.
[2] Rituale Cisterciense, Parisiis 1689, pág. 368 (hay diversas ediciones hasta la actualidad).
[3] Traducción: "Recibe, Señor, a tu siervo en la feliz morada eterna, y dale el descanso y el Reino, es decir, la Jerusalén celestial; dígnate colocarlo en el seno de tus patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, hazlo partícipe de la primera resurrección y que resucite entre los que han de resucitar; que en el día de la resurrección reciba su cuerpo, junto con los que también han de recibirlo, y que venga a la diestra de Dios Padre con los benditos que han de venir, que posea la vida eterna entre los que la poseen. Por Cristo, nuestro Señor".
[4] Apoc. 20, 4-5 "Y vi tronos; y se sentaron en ellos, y les fue dado juzgar, y (vi) a las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús y a causa de la Palabra de Dios, y a los que no habían adorado a la bestia ni a su estatua, ni habían aceptado la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Los restantes de los muertos no tornaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Ésta es la primera resurrección" (versión de Straubinger). Comentando ese texto dice Mons. Straubinger que "parece, pues, probable que San Juan piense aquí en un privilegio otorgado a los Santos (sin perjuicio de la resurrección general), y no en una alegoría, ya que San Ireneo, fundándose en los Testimonios de los presbíteros discípulos de San Juan, señala como primera resurrección la de los justos".
[5] San Agustín considera que la primera resurrección se refiere al renacimiento espiritual en el bautismo. Cfr. De civitate Dei XX, 7, donde se retracta de lo dicho en el Sermon CCLIX.
[6] No así por ejemplo Cornelio a Lapide.
[7] Castellani, Leonardo El Apokalypsis de San Juan, Vórtice, Buenos Aires 2005, p.237. Para Ramos García los mil años forman parte del Juicio Universal, cuyo último acto (Apoc. XX, 11-15) es el Juicio Final.
[8] Por ejemplo en Martène, Edmond De Antiquis ecclesiae ritibus, 1702, p.624. Hay una edición moderna del Sacramentario Gregoriano publicada en tres tomos en Friburgo en 1992, curada por el monje de Hautecombe, Jean Deshusses. Dicha oración se encuentra en el tomo III, p.158.
[9] El Sacramentario compuesto por S. Gregorio es para un año determinado. En los s. VII y VIII se le hicieron diversas adiciones y así fue enviado a Carlomagno por el papa Adriano I, entre los años 784-791, y de ahí el nombre también de Adriano. Los liturgistas modernos atrasan las fechas de estos sacramentarios, datando incluso algunas partes contenidas en el gregoriano hasta el siglo X, tomando en cuenta modificaciones atribuidas a Alcuino y a San Benito de Aniano.
[10] En nota a Apoc. 20, 6.