Un lector del blog nos envió el siguiente escrito que con gusto publicamos.
El ritual cisterciense
tomó cierta notoriedad fuera de la Orden debido a la ordenación de diáconos por
parte del abad de Citeaux[1].
Los tratados De sacramentis
generalmente traen a colación este tema por las implicancias inherentes al
ministro de las órdenes mayores.
Entre los ritos de los funerales del ritual cisterciense aparece una oración[2] que menciona la primera resurrección:
Suscipe Domine servum tuum, in bonum habitaculum
aeternum, et da ei requiem, et regnum, id est Jerusalem caelestem: ut in
sinibus Patriarcharum tuorum, Abrahae, Isaac, et Jacob eum, collocare digneris:
et partem habeat in prima resurrectione, et inter surgentes surgat: et inter
suscipientes corpora in die resurrectionis corpus suscipiat: et cum benedictis
ad dexteram Dei Patris venientibus veniat: et inter possidentes vitam aeternam
possideat Per Christum Dominum nostrum[3].
El texto del Apocalipsis[4] al que alude esta oración es mayoritariamente interpretado, desde San Agustín[5], en modo alegórico como el nacimiento a la gracia[6]. Sobre este texto comenta el P. Castellani que "el llamado milenismo consiste esencialmente en establecer dos resurrecciones separadas por un largo período (mil años); y esos mil años son el juicio final"[7]. Específicamente sobre las dos resurrecciones se puede leer el capítulo 7 del estudio del P. José Ramos García C.M.F. sobre La perspectiva escatológica.
Resulta claro, sin embargo, que la plegaria cisterciense se refiere a la primera resurrección en sentido literal, pues la aplica a un difunto.
Es menester recordar que esta oración no es una composición de los cistercienses sino que aparece en las ediciones de los monjes maurinos[8] del Sacramentario gregoriano[9].
Ramos García finaliza el citado capítulo diciendo que "no es de extrañar que en antiguas liturgias se pidiese el tener parte en la resurrección primera". Por su parte, Mons. Straubinger refiere una acotación de Dom Leclercq citada en la edición de la Biblia de Pirot-Clamer: "[desde san Agustín] el milenarismo cayó en el olvido, no sin dejar curiosas supervivencias, como las oraciones para obtener la gracia de la primera resurrección, consignadas en antiguos libros litúrgicos de Occidente"[10].
No es objeto de este trabajo establecer el origen de esta oración, sino dar constancia de ella y de su uso –si bien acotado– en la liturgia, desde tiempos antiguos hasta la actualidad, lo cual representa, a nuestro entender, algo más que una curiosa supervivencia.
[1] El papa Inocencio viii, por la bula Exposcit tuae devotionis de 9 de abril de 1489, concedió al abad
general y a los cuatro protoabades de la orden cisterciense (e igualmente a sus
sucesores) el privilegio de conferir a sus súbditos el diaconado y
subdiaconado. Los abades cistercienses, ya en
el siglo XVII, todavía usaban libremente de este privilegio.
[3] Traducción: "Recibe, Señor,
a tu siervo en la feliz morada eterna, y dale el descanso y el Reino, es decir,
la Jerusalén celestial; dígnate colocarlo en el seno de tus patriarcas Abrahán,
Isaac y Jacob, hazlo partícipe de la primera resurrección y que resucite entre
los que han de resucitar; que en el día de la resurrección reciba su cuerpo,
junto con los que también han de recibirlo, y que venga a la diestra de Dios
Padre con los benditos que han de venir, que posea la vida eterna entre los que
la poseen. Por Cristo, nuestro Señor".
[4] Apoc. 20, 4-5 "Y vi tronos;
y se sentaron en ellos, y les fue dado juzgar, y (vi)
a las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús y
a causa de la Palabra de Dios, y a los que no habían adorado a la bestia ni a
su estatua, ni habían aceptado la marca en sus frentes ni en sus manos; y
vivieron y reinaron con Cristo mil años. Los restantes de los muertos no
tornaron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Ésta
es la primera resurrección" (versión de Straubinger). Comentando
ese texto dice Mons. Straubinger que "parece, pues, probable que San Juan
piense aquí en un privilegio otorgado a los Santos (sin perjuicio de la
resurrección general), y no en una alegoría, ya que San Ireneo, fundándose en
los Testimonios de los presbíteros discípulos de San Juan, señala como primera
resurrección la de los justos".
[5] San Agustín
considera que la primera resurrección se refiere al renacimiento espiritual en
el bautismo. Cfr. De civitate Dei XX,
7, donde se retracta de lo dicho en el Sermon CCLIX.
[6] No así por ejemplo Cornelio a Lapide.
[7] Castellani,
Leonardo El Apokalypsis de San Juan,
Vórtice, Buenos
Aires 2005, p.237. Para Ramos García los mil años forman parte del
Juicio Universal, cuyo último acto (Apoc. XX, 11-15) es el Juicio Final.
[8] Por ejemplo en Martène, Edmond De Antiquis ecclesiae ritibus, 1702, p.624. Hay una edición moderna
del Sacramentario Gregoriano
publicada en tres tomos en Friburgo en 1992, curada por el monje de Hautecombe,
Jean Deshusses. Dicha oración se
encuentra en el tomo III, p.158.
[9] El Sacramentario compuesto por
S. Gregorio es para un año determinado. En los s. VII y VIII se le hicieron
diversas adiciones y así fue enviado a Carlomagno por el papa Adriano I,
entre los años 784-791, y de ahí el nombre también de Adriano. Los
liturgistas modernos atrasan las fechas de estos sacramentarios, datando
incluso algunas partes contenidas en el gregoriano hasta el siglo X, tomando en
cuenta modificaciones atribuidas a Alcuino y a San Benito de Aniano.
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