Los
mil doscientos sesenta días de 11,3 y 12,6 corresponden exactamente a los
cuarenta y dos meses (cada uno de treinta días) de 11,2 y 13,5. En 12,6 se dice
que la permanencia de la mujer en el desierto, de que se habla en 12,1, tendrá
la duración de mil doscientos sesenta días (el equivalente de tres años y
medio, en años de trescientos sesenta días); en 12,14 se dice luego que tal
duración será de «un tiempo, tiempos y medio tiempo»; la comparación de los dos
pasajes nos permiten concluir que por «un tiempo» hay que entender un año; y
por «tiempos» (número dual en el origen griego) dos años. Son, pues, tres
indicaciones cronológicas diversas que designan el mismo espacio de tiempo y se
refieren concretamente al período de la actividad del Anticristo[1],
de la gran tribulación de la Iglesia[2].
También en otros pasajes del NT se habla del período de tres años y medio como
de tiempo de desgracia. Así, según Lc 4,25 y Sant 5,17, la gran sequía
producida por el profeta Elías como castigo de Dios[3]
tuvo la duración de tres años y medio, circunstancia que el AT no precisa.
El
uso que el Apocalipsis hace de la cifra tres años y medio, o mil doscientos
sesenta días, o cuarenta y dos meses, proviene del libro de Daniel, donde
señalan el tiempo de la gran tribulación de Israel (de junio de 168 a diciembre
de 165 a.C.) durante el reinado de Antíoco IV Epífanes, quien se había
propuesto borrar por completo toda huella de religión judía. Según Dan 7,25 (y
12,7), los santos del Altísimo serán entregados en manos de este rey,
simbolizado en el cuerno pequeño, por el espacio de «un tiempo, tiempos y medio
tiempo». Según 9,27, la misma tribulación, y en particular la desolación del
templo, dura «media semana». Las cifras empleadas en 8,14 y 12,1ls para indicar
los días nos dan la certeza de que «un tiempo» en 7,25 significa un año, y la
«semana» de 9,27 es una semana de años.
Wikenhauser, Alfred, El Apocalipsis de San Juan, Herder, Barcelona 1969, págs. 147–148
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